Una vez una serpiente se acercó a una zorra y le dijo: “Me parece que te conozco”. La zorra le contestó: “Yo también”.
“Entonces -dijo la serpiente -dame dinero”. “Una zorra no da dinero”, respondió el astuto animal que, para escaparse, saltó a un valle profundo lleno de fresas y de miel de gallina.
La serpiente la esperaba allí y reía con una risa mefistofélica. La zorra sacó su cuchillo y le gritó: “¡Voy a enseñarte a vivir!”. Y huyó, dándole la espalda.
No tuvo suerte. La serpiente fue más rápida. Asestó a la zorra un puñetazo en plena frente, que se rompió en mil pedazos, mientras gritaba: “¡No! ¡No! ¡Cuatro veces no! ¡Yo no soy tu hija!”.
Eugène Ionesco
Tremulamente la serpiente se levantó, apoyándose en los brazos. La zorra, muerta aún, pastaba dócilmente. “Quiero ser aviadora”, pensó la serpiente.
“Si miras a la luna -dijo la zorra-caerá un mueble del techo”.
Bajo el sol abrasador aparecieron dos zapatos. Con un abrazo mortal la serpiente se suicidó. “No está nada mal morirse”- dijo la serpiente.
“A mí me encanta”.
Y aparecieron trescientos gánsters vestidos de payaso y con metralletas de metracrilato e hicieron un agujero en la tierra.
Jakeukalane
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario