La escalera escapó siguiendo a los trapos deshilachados que bajan hacia la estación a tomar el metro que viaja por las paredes.
-¡Oh! Se me ha escapado al nido de tablas mi otra escalera.
-¡Oh! Se me ha escapado al nido de tablas mi otra escalera.
-Su otra escalera tampoco está aquí, nadie podrá ayudarle.
-¡Oh! ¿Qué voy a hacer ahora?
-Baje a buscar a la escalera.
-...no quiero perder también a mi otra escalera rota... aunque está rota.
-Pues baje a buscarla.
La cuesta era enorme, enorme de verdad. Una línea confusa que bajaba y se deslizaba hacia la tierra. Las paredes bailaban ante sus ojos, trazaban curvas imposibles y le susurraban verdades y mentiras al oído.
-¡Oh! Me he perdido.
-¿Nada puede hacer?
-¡Oh! Nada. Perdí a mi mente... Hay madrigueras de gusanos alrededor, Tinieblas.
-No creo que perdiese a su mente.
-¡No sabes nada! Ya no hay madrigueras de gusanos alrededor, Tinieblas. Mi mente no perdí, pero salió a tomar el aire.
-Ahora eres tú el que no sabes nada. No me gusta el aire.
-¡Oh! Me he perdido.
-¿Nada puede hacer?
-¡Oh! Nada. Perdí a mi mente... Hay madrigueras de gusanos alrededor, Tinieblas.
-No creo que perdiese a su mente.
-¡No sabes nada! Ya no hay madrigueras de gusanos alrededor, Tinieblas. Mi mente no perdí, pero salió a tomar el aire.
-Ahora eres tú el que no sabes nada. No me gusta el aire.
La luz declinaba su intensidad hacia el final de la cuesta. Ruidos tumultuosos de cosas sin nombre llenaban el desván. Las puertas se quedaron quietas y se hacían preguntas recurrentes.
- ¿Dónde estará el marco?
- Yo no lo sé. ¿Dónde está el suelo?
- Abajo.
- Pero,¿Porqué no hay abajo?
- Pregúntaselo, aunque puede que la cerradura lo sepa.
- Cerradura dijo antes que el abajo se fue abajo a hablar con el pomo, que iba hacia la estación del metro que viaja por las paredes, pero que luego se había subido de nuevo.
- Pero pomo está en el entierro del pasamanos.
- Cierto. ¿Pasamanos quién era?
- El banquero de marco. No consiguió que le pagara y se murió de hambre. Sus hijos abajo y suelo también pasaron dificultades económicas. El ingenioso marco se escondió bien.
-Pero, ¿Dónde estará marco?
- ¿Dónde estará el marco?
- Yo no lo sé. ¿Dónde está el suelo?
- Abajo.
- Pero,¿Porqué no hay abajo?
- Pregúntaselo, aunque puede que la cerradura lo sepa.
- Cerradura dijo antes que el abajo se fue abajo a hablar con el pomo, que iba hacia la estación del metro que viaja por las paredes, pero que luego se había subido de nuevo.
- Pero pomo está en el entierro del pasamanos.
- Cierto. ¿Pasamanos quién era?
- El banquero de marco. No consiguió que le pagara y se murió de hambre. Sus hijos abajo y suelo también pasaron dificultades económicas. El ingenioso marco se escondió bien.
-Pero, ¿Dónde estará marco?
Había cruzado el desván pero le parecía como si acabara de atravesar una pescadería brumosa, llena de olores y visiones horrendas de espinas cortadas. Saliendo del desván se quedó pensativo. Estornudó.
-¡...!
-Que, ¿Nada que decir?
-¡No! ¡Es decir, sí! ¡Sí tengo algo que decir!
-Ah, bueno...
-¿Qué hacía ese desván allí, Tinieblas?¿Tinieblas?
- Iría a la estación.
La cuesta era ahora más pronunciada. Las rugosas paredes se habían ido estrechando hasta hacerle andar de lado. Una de las paredes se volvió de color negro y empezaró a hundirse y elevarse como si fuera una masa de lava hirviendo. El suelo desapareció, aunque pudo seguir caminando. Parecía que las abolladuras de las paredes le querían abrazar o algo aún peor. De repente, toda la pared izquierda empezó a difuminarse y la de la derecha se apresuró a rodearle. Se quedó encerrado en un cículo. Como en un claro de un bosque. Se agachó.
-¡Tinieblas, mira esto que está en el suelo! Es un jarrón.
Pero no hubo respuesta. Pasados unos instantes golpeó el jarrón. Un grito fresco, con olor a hormiga y a oca, surgió del jarrón.
-¡ESTABA DURMIENDO! -tronó la cosa cuando salió del jarrón.
-¡Ah! Yo estaba paseando.
-¡...!
-Que, ¿Nada que decir?
-¡No! ¡Es decir, sí! ¡Sí tengo algo que decir!
-Ah, bueno...
-¿Qué hacía ese desván allí, Tinieblas?¿Tinieblas?
- Iría a la estación.
La cuesta era ahora más pronunciada. Las rugosas paredes se habían ido estrechando hasta hacerle andar de lado. Una de las paredes se volvió de color negro y empezaró a hundirse y elevarse como si fuera una masa de lava hirviendo. El suelo desapareció, aunque pudo seguir caminando. Parecía que las abolladuras de las paredes le querían abrazar o algo aún peor. De repente, toda la pared izquierda empezó a difuminarse y la de la derecha se apresuró a rodearle. Se quedó encerrado en un cículo. Como en un claro de un bosque. Se agachó.
-¡Tinieblas, mira esto que está en el suelo! Es un jarrón.
Pero no hubo respuesta. Pasados unos instantes golpeó el jarrón. Un grito fresco, con olor a hormiga y a oca, surgió del jarrón.
-¡ESTABA DURMIENDO! -tronó la cosa cuando salió del jarrón.
-¡Ah! Yo estaba paseando.
- Uhhh, tuve un sueño magnífico. Me comía un ala de ornitorrinco en salsa. Después iba a la playa y me comía dos platos llenos de comida asiática...hummm y luego fui a Manhattan y me merendé a un turista... más tarde me monté en un avión y me zampé los motores ¡Qué exquisitez! Cuando volví al hotel tuve que descansar un rato, pero casi no tuve tiempo y comí...
El eco le llegaba atenuado, pues la lagartija aquella se estaba volviendo a quedar dormida. Con mucho cuidado para no despertar a aquella lagarto-devorador, se retiró lentamente hasta un resquicio que se había ido abriendo en el claro de las paredes.
Con un brinco bajó un desnivel impregnado de olor a aerosol y a alcachofas que estaba relativamente limpio en comparación con el suelo agrietado del resto de la cuesta. Aunque se veían todavía los innumerables restos de porquería. Justo enfrente un montículo de tarros de cristal crecía del suelo.
Cientos de miles de mapaches diminutos cruzaban a toda velocidad por entre el bosque de tarros. Chillaban con una voz azul y grave.
-¡Buugóoooooooooooo!¡Buuuuuiiieeogóooooooo!¡Beeeneeguiiioooneó!¡Baaasuuuuneguoinóoooo!
-¡Vaaaaagóoon! Tinieblas, creo que estos pinceles con patas necesitan unas sombrillas de playa.
El eco le llegaba atenuado, pues la lagartija aquella se estaba volviendo a quedar dormida. Con mucho cuidado para no despertar a aquella lagarto-devorador, se retiró lentamente hasta un resquicio que se había ido abriendo en el claro de las paredes.
Con un brinco bajó un desnivel impregnado de olor a aerosol y a alcachofas que estaba relativamente limpio en comparación con el suelo agrietado del resto de la cuesta. Aunque se veían todavía los innumerables restos de porquería. Justo enfrente un montículo de tarros de cristal crecía del suelo.
Cientos de miles de mapaches diminutos cruzaban a toda velocidad por entre el bosque de tarros. Chillaban con una voz azul y grave.
-¡Buugóoooooooooooo!¡Buuuuuiiieeogóooooooo!¡Beeeneeguiiioooneó!¡Baaasuuuuneguoinóoooo!
-¡Vaaaaagóoon! Tinieblas, creo que estos pinceles con patas necesitan unas sombrillas de playa.
-Me gustan las naranjas que cuelgan de ese árbol.
Se rompió la torcida cuesta, se rompió el bosque de cristal, se rompió todo.
Se rompió la torcida cuesta, se rompió el bosque de cristal, se rompió todo.